W.B. Yeats (1865-1939)
Fui al bosque de avellanos,
porque sentía un fuego en mi cabeza,
y corté y pelé una rama de avellano,
y enganché una baya en el hilo;
y mientras volaban las polillas blancas,
y estrellas como polillas titilaban,
solté la baya en el arroyo
y atrapé una pequeña trucha dorada.
Cuando la hube dejado en el suelo
fui a avivar las lenguas fuego,
pero algo susurró en el suelo,
y alguien me llamó por mi nombre:
se había convertido en una joven de sutil resplandor
con flores de manzano en su cabello
que me llamó por mi nombre y corrió
y se desvaneció en el claro aire.
Aunque ya estoy viejo de vagar
por tierras bajas y tierras montañosas,
descubriré dónde se ha ido,
y besaré sus labios y tomaré sus manos;
y caminaré por la larga hierba de colores,
y aferraré hasta el fin de los tiempos
las plateadas manzanas de la luna,
las doradas manzanas del sol.
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