Salve, oh tú, noche serena,
Que al mundo velas augusta,
Y los pesares de un triste
Con tu oscuridad endulzas.
El arroyuelo a lo lejos
Más acallado murmura,
Y entre las ramas el aura
Eco armonioso susurra.
Melancólico ruido
Del mar las olas murmuran,
Y fatuos, rápidos fuegos
Entre sus aguas fluctúan.
Todos suave reposo
En tu calma, ¡oh noche!, buscan,
Y aun las lágrimas tus sueños
Al desventurado enjugan.
¡Oh qué silencio! ¡Oh qué grata
Oscuridad y tristura!
¡Cómo el alma contemplaros
En sí recogida gusta!
Mas ya el pértigo de plata
Muestra naciente la luna,
Y las cimas del otero
De cándida luz inunda.
Silencio, plácida calma
A algún murmullo se juntan
Tal vez, haciendo más grata
La faz de la noche augusta.
¡Oh! salve, amiga del triste,
Con blando bálsamo endulza
Los pesares de mi pecho,
Que en ti su consuelo buscan.
José de Espronceda
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