jueves, 16 de octubre de 2014

El pordiosero y la fortuna

Hoy,un cuento mas que acabo de extraer de mi libro de cuentos de cuando era aun una infante,cuando la voz omnipresente de mi abuelo me llevaba de la mano dulcemente a esos mundos donde la risa es eterna,donde el final siempre es un nuevo comienzo,donde el adiós se convierte en hola,donde las palabras son siempre besos y donde la luna no se oculta jamas.
Un pobre limosnero iba arrastrándose de casa en casa. Llevaba en la mano unas alforjas muy viejas, y en cada puerta pedía una limosnita para comprar algo con que alimentarse. Quejandose de su suerte, el infeliz preguntaba por que los ricos nunca estaban satisfechos y siempre deseaban mas.
 -Aquí- Decía- vive el dueño de esta casa. Lo conozco bien. Tenia un comercio importante y se hizo ha mucho tiempo maravillosamente rico. Si hubiera dejado entonces a otra persona sus negocios, habría podido vivir en paz todo el resto de sus años. Pero, ¿que hizo? Pues construyo buques y los envió a traficar con países extraños, para enriquecerse mas. Pero en el mar se formaron tempestades, sus buques naufragaron y las olas se tragaron todas sus riquezas. Sus esperanzas están ahora en el fondo del océano, y los tesoros se desvanecieron como los sueños de una noche.
Y estos casos-prosiguió el pordiosero- son numerosisimos.
En cuanto a mi, si tuviese no m,as que lo necesario para comer y vestir, me creería dichoso.

En aquel momento pasaba la Fortuna por la calle. Vio al pordiosero y se detuvo. _ Escucha _ le dijo_ , hace tiempo que deseo ayudarte. Abre tus alforjas, y sostenlas para recibir el oro que voy a regalarte. Pero esto ha des ser con una condición.
Todo la que vaya a parar a las alforjas sera oro; mas cada moneda que caiga al suelo se convertirá en polvo.
¿Estas enterado?

Tan satisfecho estaba el pobre que no pudo contenerse. Abrió sus alforjas y en seguida cayó en ellas un torrente de oro. El Zurrón comenzo a pesar de un modo excesivo.
-¿Basta ya?- pregunto la Fortuna.
-Todavía no.
-¿No temes que revienten tus alforjas?
-No hay temor alguno.
Las manos del pordiosero empezaron a temblar. ¡Ay, que no durase siempre aquel rió de oro.!
-Eres el hombre mas rico del mundo.
-Un poquito mas_ exclamo el mendigo_. Otro puñadito.
Hay demasiado. Podrían desgarrarse tus alforjas.
-¡Un poquito mas, nada mas que un poquito!
Cayó otra moneda, y las alforjas reventaron. El tesoro vino a tierra, convirtiéndose inmediatamente en polvo.
La fortuna desapareció, y el pordiosero se quedo solo con sus alforjas desgarradas. Estaba tan pobre como antes.


 Imagenes tomadas de la web

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